En la nada

A pesar de ser el año en que más tiempo hemos tenido por las restricciones, ha sido el año en que más alejada he estado de mis redes sociales y del blog. Ahora que lo pienso, tal vez ha sido un mecanismo inconsciente para no atiborrarme de noticias negativas que son las que más han abundado. Esto no me ha pasado solo a mí, otros compañeros del blog y de redes me han comentado lo mismo, a muchos se les ha hecho muy difícil encontrar la inspiración, han tardado meses para volver a escribir o publicar una nueva entrada, otros aún no lo logran. He tenido días en que hasta darle un pie de foto se me ha hecho imposible, terminando por no publicar nada. Por meses pase de un viernes de copas, a un viernes de estudio, es que algunos buscamos cualquier forma de mantenernos ocupados durante este tiempo. Mientras que para otros, los días de sofá se convirtieron en meses. Definitivamente el año nos ha robado las ganas de mucho, por no decir de todo. Cómo encontrar la inspiración en las calles vacías, con los vuelos en pausas, sin las reuniones con amigos, sin los paseos de playa, sin la música en vivo. Muchos planes quedaron en la nada y allí se fue esa inspiración.

Aunque lo peor es que no tiene cuando acabar, cuando pensamos que estábamos aprendiendo a convivir con la situación, en la “nueva normalidad”, llega el temido rebrote. Lo que mejor queda es tratar de invertir el tiempo en esos proyectos abandonados, aprovechar los detalles a nuestro alrededor, tal vez en alguna esquina o en la nada esta la inspiración que necesitamos.

Asociamos soledad con tristeza

Me encontraba sentada en esa silla que da frente al mar, a la hora en que los parques se empiezan a llenar, en las sillas vecinas un par de madres con sus hijos, un grupo en sesión fotográfica y dando vueltas un señor paseando su perro. Cuando llego a cualquier lugar siempre reparo quienes están a mi alrededor, sobre todo si estoy sola, note que aquel señor reparaba en mi constantemente, hasta que poco a poco se fue acercando. Me pregunto si me molestaba que se sentará en el otro extremo de la silla, con las nuevas medidas, es mejor asegurarse. Ambos teníamos nuestras mascarillas, así que no le vi problemas.

Luego de unos minutos, me pregunta: “Hija, ¿estas bien? ¿te encuentras bien?”. A lo que respondí que sí, el incrédulo continuo hablando, tratando de entender porque una chica estaba sola, en aquella plaza, mirando perdida al mar según él, estaba seguro que algo debía pasarme. Y, no. La verdad no me pasaba nada, solo es el lugar que da al estacionamiento donde dejo el auto mientras trabajo. Hay buena vista, a veces me quedo allí en espera que pase lo peor del tráfico. Me costo convencerlo que realmente me encontraba bien, hasta que con la charla que mantuvimos se percató que su suposición era errónea. De esto pude rescatar que aún existen personas buenas, si realmente hubiera sido alguien en crisis en ese lugar, aquel señor le habría hecho bien.

Estamos acostumbrados a asociar la soledad con tristeza. Nos es extraño ver a alguien solo y pensar que es eso, que no pasa nada y que quiere estar solo. Vemos alguien en un restaurante comiendo solo, y decimos, que pena. En el cine, alguien sin compañía, y decimos, yo no vendría solo al cine. Lo he escuchado a menudo, hasta hace algunos años, yo lo pensaba y no iba a ningún lugar sin compañía. Tal vez era inculcado de familia, mi madre detesta la soledad, eso, y los miedos que te tatúan en la mente. Claro esta, no me voy a dar de valiente, de madrugada, en una zona roja. Pero, después de algún tiempo, aprendí a disfrutar mi soledad, no es que sea una ermitaña, pero si quiero estar sola, lo estoy, si quiero ir sola a algún lugar, voy sola. Estar en soledad no significa siempre que estés deprimido, son momentos necesarios, para descubrirnos a nosotros mismos y descubrir lo que queremos, para aclarar la mente, para pensar mejor si necesitamos tomar una decisión, para descansar, para conocernos. Todos necesitamos de esa soledad en cierto momento, debemos normalizarla, porque es en esos momentos en que realmente nos escuchamos.

Somos de todos lados

Hace unos días regrese después de 12 años, a un lugar en el que estuve durante un mes. En aquella ocasión fue por una labor social iniciando mis estudios universitarios, desde hace un par de años tenía en mente regresar, hasta que finalmente me decidí. Esa vez, trabaje con niños y adolescentes, por lo que pensé que tal vez no me recordarían. Para mi sorpresa estaba equivocada, desde que llegue, una madre de uno de los adolescentes me reconoció de inmediato, incluso muchos de los niños que estuvieron a mi cargo también me recordaban. Uno de ellos me dijo que, les quedó grabado como a pesar de su situación de pobreza, les reafirmé que de proponérselo podrían lograr una carrera para mejorar su calidad de vida, de hecho varios ya están encaminados en ello.

Amigos de la infancia, compañeros de la universidad, con los cuales perdimos contacto, otros que, simplemente ya no están. Nos recordarán como estudiantes, como profesores, como turistas, como clientes. Los trabajos en los que hemos estado, el personal del restaurante que siempre frecuentamos, familiares que ya partieron, viejos amores, simples conocidos, esa persona que te presentaron ese día y de la cual no supiste más, o incluso, aquel extraño con quien solo compartiste una charla durante un instante. Tal vez sean incontables las personas y lugares que pasen por nuestra vida, lo cierto es, vamos dejando parte de nosotros en cada una de esas personas, en poca o gran medida, así como también nos va quedando a nosotros de ellos. Algunas las olvidamos, incluso por años, pero siempre llega ese punto en que de lo más profundo de nuestra memoria despierta el recuerdo. A veces lo que queda son sin sabores, pero en general creo que son momentos más amenos, aunque como me dijo una persona hace unos días, nosotros decidimos que parte recordar y como recordar a cada quien.

Vamos dejando rastros de lo que somos. Aquel hola por primera vez, esa palabra hiriente, nuestra personalidad, los consejos que brindamos, las charlas y momentos que hemos compartido, y hasta simplemente por el estar o escuchar. Un extraño puede recordarnos hasta por una mirada o una sonrisa. Somos de todos lados, de todos aquellos con quienes cruzamos camino, de todos los lugares por los que vamos de paso, cientos de personas se acordarán de nosotros, tratemos que esos recuerdos sean de los buenos, que cuando nuestro nombre llegue a la memoria de esa persona, venga acompañado de una sonrisa.

Ciudades de noche

“Las ciudades, como los gatos, se revelan en la noche”
Rupert Brooke

Cuando estaba en la Universidad las clases por lo general me tomaban de noche, el tráfico hacía mi casa era pesado, por lo que me quedaba esperando a que este se despejará, con esta costumbre le fui viendo ese lado especial a las calles de la ciudad durante la noche. En ocasiones me ganaba el mal genio de pasar más de 12 horas en clases y el saber que cuando llegará a casa me esperaba aún más por hacer, el agotamiento no se quedaba atrás, para evitar que este me venciera y llegar a casa sana y salva, le subía al volumen del radio y así me iba, entre el canto o más bien, el intento de canto. Poco a poco me fui percatando que en realidad esto me hacía sentir bien, así que se fue convirtiendo en un pequeño ritual personal que me hacía despojar un poco la carga. Y pues, a decir verdad, adopte el hábito de recorrer la ciudad de noche cuando siento que debo despejar la mente.

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Fotografía @takenbylis

Yo diría que las ciudades tienen cierta magia de noche, una magia que te hace sentir libre. Quién no tiene un recuerdo de una escapada en la desolada noche, un recorrido por las calles junto a los amigos después de una fiesta, un postre de madrugada en un local por cerrar, un paseo nocturno en esa ciudad a la cual fuiste de visita. Las calles solitarias con uno que otro auto, las luces de los edificios y de las calles que opacan el acostumbrado gris del concreto, los letreros neón y la avenida junto al mar. Es en este momento donde empiezas a descubrir la ciudad, en la calma de la cotidianidad, el bullicio en pausa, la música lejana de un bar,  las estrellas y la luna como acompañantes. Cualquier ciudad se ve imponente de noche, tan imponente que te hace sentir pequeño, tan pequeño como ese lugar que descubres a esas horas y que pasa desapercibido en el ajetreo del día y que te prometes luego ir a visitar. Las ciudades de noche se dejan descubrir y te hacen descubrirte, te regalan paz y libertad.

El adiós…

Hoy me tropecé con este poema, me ha hecho pensar en que tal vez y es cierto, y el adiós no existe. Nos despedimos de personas, trabajos, situaciones y quién sabe que otras cosas más,  si bien es cierto, todo queda superado, pasamos la página con el tiempo, pero el recuerdo siempre quedará. 

 
En verdad os digo que el adiós no existe: 
 
Si se pronuncia entre dos seres
que nunca se encontraron,
es una palabra innecesaria.
 
Si se dice entre dos que fueron uno,
es una palabra sin sentido.
 
Porque en el mundo real del espíritu,
solo hay encuentros y nunca despedidas,
y porque el recuerdo del ser amado
crece en el alma con la distancia,
como el eco en las montañas del crepúsculo.
 
Khalil Gibran

No hacer nada esta bien

Ayer decidí que no haría nada y no hice nada, se sintió bien y hasta creo que lo necesitaba. Es que somos muchos los que estamos acostumbrados a una vida ajetreada. En mi caso, no recuerdo estar tanto tiempo en casa sin hacer nada. Desde el colegio, en las tardes estaba en alguna actividad. Luego, la Universidad, los horarios de 7 a 7, digamos que el sol nunca me pillaba en casa. De allí, comencé a trabajar. Y sí, sí he tenido vacaciones. Pero en ese tiempo tampoco es que me quede estática, siempre sale algún viaje, tiempo de paseo, de aprovecharla con familiares y amigos.

La verdad es que han sido tiempos extraños, con esto del confinamiento, a pesar que no dejé de trabajar, ya que seguí la atención por la parte pública, la atención privada si quedó en pausa, eso significaba llegar a medio día a casa. Pensé que me podría entretener con la maestría que pasó a virtual, pero después de unos días ya me percataba que no sería suficiente. Empecé a buscar otros cursos y pues que terminé inscrita en 3. Sí, dedique tiempo a la casa, a mis mascotas, a mi familia, a ver televisión y a leer, todo para mantenerme ocupada. Les cuento, sí que lo he logrado, a tal punto que me ha pegado un agotamiento como hace años no sentía.

Durante este tiempo pensé que podría dedicarme a escribir en el Blog, vaya sorpresa, por más que trataba, todo quedaba en dos líneas, así que deje de intentarlo. Es que nada forzado, puede tener buen resultado. Esta mañana, me he percatado, que a veces lo que necesitamos es parar, esa parada puede ser de horas o días, pero son necesarias para poder retomar nuestra vida, para inspirarnos, para desbloquear, para fluir.

Así que, esta bien tirarte en el sofá unos días, quedarte viendo T. V., no querer salir, preferir estar con tu gato, quedarte leyendo un libro. Levantarte y decir, hoy no haré nada esta permitido y que nadie nos juzgue por eso. Yo por lo pronto, me tomaré unos días de sofá.

Nueva normalidad

A medida que se van soltando algunas restricciones en varios países, cada día es más común escuchar el término “Nueva normalidad” y todas las implicaciones que conllevará.

Extrañaremos pequeños detalles del día a día, la barrera que trae el uso del cubre boca, los rostros se volverán un misterio, tendremos que imaginar las expresiones faciales, las sonrisas permanecerán a escondidas y muchos abrazos seguirán en pausa.

Hay muchas cosas que aún no tenemos la certeza del cómo serán, lo que si es cierto, es que la dinámica en muchas actividades cambiará, tendremos que aprender a convivir en la lejanía, compartir con un grupo de amigos no será igual. Algunos restaurantes empiezan a innovar para brindar el servicio a sus clientes, con limitaciones en el número que podrán recibir, en los trabajos la distancia entre compañeros será imperativa.

Otros piensan que la vida de antes no era la normal, tal vez por estar siempre encerrados en nuestros teléfonos, porque no compartíamos con nuestros seres queridos, porque muchos sentían el trabajo como una actividad impositiva y necesaria para subsistir, por el espacio que le robamos a la naturaleza y este tiempo nos lo ha recordado.

Nuestra libertad ha sido puesta a prueba por un enemigo invisible, este enemigo no se irá pronto, aún estamos aprendiendo de el, nos está dejando grandes lecciones que ojalá hagan cambiar nuestro rumbo y cuando todo mejore con esta nueva normalidad, hayamos aprendido a apreciar de la simplicidad, de la compañía y de la vida.

¿Qué nos quedará?

Hoy mientras estaba viendo las noticias, me he preguntado, ¿Qué nos quedará después de esta crisis? Todos la estamos pasando como mejor hemos podido para hacer el tiempo llevadero, muchos no sentimos que nuestra vida se detuvo porque seguimos trabajando en cualquiera de sus modalidades. Algunos aprovecharon para desarrollar nuevas habilidades, esas clases de música o fotografía pendientes, otros se inscribieron en algún curso o leyeron los libros sobre la repisa. Están los que dedicaron tiempo a crear nuevas recetas, los que hicieron las reparaciones y tareas pendientes del hogar. También están aquellos que se pasaron frente al televisor, poniéndose al día en todas esas series y películas que nunca pudieron ver. Y pues, estamos los que venimos haciendo una combinación de todas las anteriores… Pero una vez volvamos a la “nueva normalidad”, qué nos quedará.

Se hará costumbre compartir con nuestros seres queridos. Los abrazos y los te quiero ya no serán pospuestos. Seguiremos valorando y respetando la labor de aquellos que nos cuidaron. No volveremos a perder el contacto con todos aquellos con quienes nos reencontramos en estos meses. De vez en cuando le daremos cariño a nuestro hogar.

Nos olvidaremos de nuestros teléfonos en las reuniones familiares y sociales, para estar presentes. Iremos al trabajo con ganas, compartiremos y nos preocuparemos por nuestros compañeros y seremos agradecidos por lo que tenemos. Seguiremos al pendiente por el vecino que tanto necesito de nuestra ayuda, la solidaridad será permanente en nuestras vidas. Nos preocuparemos por aquellos que están solos. Crecerán los pequeños con hábitos de higiene mejor que los que nos llegaron a inculcar a nosotros y serán los adultos capaces de mantenerse con esos hábitos adquiridos.

Tal vez aprenderemos a valorar cada instante, cada compañía, cada atardecer, cada baile, cada mirada, cada abrazo… La vida nos esta dando una lección, de golpe nos ha tocado aprender que todo puede cambiar en un segundo, que podemos perder la seguridad y estabilidad en un abrir y cerrar de ojos, que no sabemos cuando será la última vez con alguien. Esta en nosotros los que nos pueda quedar de estos momentos tan difíciles ¿Qué crees que nos quedará?

Abril 2020

Este mes no ha sido de gran diferencia al mes anterior, continúa la misma situación de confinamiento, donde todos los días parecen igual, donde se perdió el sentido del tiempo, aunque en algunos lugares ya se empieza a ver a lo lejos, la luz al final del túnel. Mientras tanto, seguimos extrañando ese contacto físico, los abrazos, las noches de amigos y esas reuniones que en muchas ocasiones sentimos tan pesadas.

Como muchos, me toco celebrar mi cumpleaños en medio de esta cuarentena, si algo me ha enseñado este tiempo, es que los planes quedan en la nada. Pero eso no quiere decir que el momento este arruinado, por lo contrario, creo que la situación hace que valoremos realmente la fecha, no hay espacio para los regalos materiales, grandes fiestas o reuniones, gana la improvisación, los detalles obtenidos de tu esfuerzo y creatividad. Por mi parte, recibí sorpresas muy inesperadas, fue un día de charla tendida con algunas personas quienes tenía tiempo que no lo hacía, estar en cuatro paredes ha hecho que salgamos de los mensajes vacíos.  

Por otro lado, personalmente, fue un mes en el que invertí al estudio, le di alas a empezar con algunas metas que tenía en pausa desde hace algún tiempo, aprovechando que el tiempo es ahora lo que nos sobra. Un mes de retos, crecimiento profesional y personal, de aceptar la nueva normalidad.

Por último, ¡Feliz día del trabajo! El mantenerse en una pausa momentánea, no resta la labor, hoy el trabajo y la responsabilidad es desde casa.   

 

 

Detalles

Llega un punto en que ves la vida con otra perspectiva, lo que hace algún tiempo te parecía importante, pasa a segundo plano. Entonces empiezas a disfrutar de los momentos, de las personas, los que están, los abrazos, las palabras, la atención y el estar. Aprecias que las lejanías se hagan cortas, la conexión con el otro, que te escuchen más que te oigan. Apuestas por las experiencias y por crear nuevos recuerdos. Empiezas a agradecer los pequeños detalles, al final son esos los que te hacen vivir, pero sobre todo, los que te hacen sentir.