Lo que queda

Hoy he escuchado una canción de un género que nunca fue de mi agrado, y allí me encontraba, cantando como si fuera una de mis favoritas. La realidad es que le debo ese nuevo gusto adquirido a un “aquel” que era fanático de esas canciones.

Es que a lo largo de nuestra vida dejamos entrar muchas personas, para ser más claros, amores. Amores que una vez terminados, deseamos que nunca se hubieran cruzado en nuestro camino, pero una vez pasado el duelo y viendo con luces largas, se despeja ese camino y vemos lo que nos queda de esas personas porque, aunque lo queramos negar siempre nos quedará algo. Aquel con quien nos atrevimos a dar nuestro primer beso. Esa persona que nos dio nuestra primera lección del desamor y que, al final nos prepara para las demás relaciones.

Y luego están los que te dejan con los detalles más simples, tal vez para ellos no tuvo mucho significado, pero en nuestra memoria quedarán para el resto de la vida. Como aquel que te llevo flores por primera vez, el que te llevo al concierto de tu cantante favorito y cantaron juntos a todo pulmón ese día. Ese que te enseño un plato de comida que ahora es uno de tus preferidos. Aquel que se quitó la chaqueta para que no te sentaras directamente en el suelo. Aquel que en uno de tus peores días te dijo: “desde el día que usted me conoció no está sola y nunca lo estará”, y lo cumplió, solo que simplemente, no pudieron ser.

Otros, por más que tratamos de recordar, simplemente no podemos, pasaron por nuestra vida sin dejar rastro de positividad, más que el hecho de enseñarte amor propio y a conocer aquello que no merecemos, lo cual a la larga no está mal.

En lo personal, siempre prefiero que sean los detalles, los buenos momentos, los lugares descubiertos, las canciones compartidas. Así vamos aclarando el camino y el corazón se va haciendo más liviano, liberándolo y preparándolo para la próxima llegada.

Simona

Hace ya casi 5 años de la llegada de Simona a nuestras vidas, se trata de mi gata. Simona quien en un inicio era Simón (de allí el nombre tan teatral), la encontré bajo mi auto el día que me dieron el alta por una cirugía, era muy pequeña, la lleve a mi casa por el mal estado en que se encontraba y con el pensar que le buscaría un hogar, que al final resulto siendo el mío. Antes de Simona, ya tenía a Lucas, mi adorable amigo perruno, nunca había tenido un gato de mascota, así que no sabía que esperar. Luego de la cirugía me enviaron un mes a casa, durante ese mes tenía que guardar reposo, la diferencia de contar esta historia ahora es que el confinamiento de aquel tiempo y que antes contaba como proeza, hoy todos lo pueden entender, con la única diferencia que mi confinar se redujo a incontables horas en la cama.

Mi madre siempre reclama que tengo cierta preferencia por Simona, ante mi perro y otra gata, preferencia que yo llamaría conexión. En el período de reposo tras la cirugía, prácticamente Simona se convirtió en mi única compañía, ella se recuperaba de los estragos de la calle y yo de la cirugía, en las horas de terapia me seguía por la casa y una vez terminaba ambas volvíamos a la cama. Instintivamente en los momentos en que yo más sentía dolor, la pequeña se acurrucaba sobre mí y ronroneaba sin parar, lo que al final sí que calmaba el dolor.

Siempre he dicho que Simona llego en el momento preciso, ella hizo aquel encierro más llevadero, me motivó, me dio un propósito al tener que preocuparme por su recuperación. Si bien es cierto, a medida que fue creciendo su carácter cambio por uno muy independiente, travieso e incluso indeferente, hay ocasiones en que es como si reviviéramos el momento de recuperación. En los peores momentos y días más difíciles, me mira fijamente con sus ojos color ámbar, se acurruca sobre mí, de nuevo se convierte en aquella gatita indefensa que no sabíamos si sobreviviría. Adoro a mis otras mascotas, gracias a Simona decidí más tarde darle hogar a otra gatita, pero ciertamente con Simona la relación es especial, y no, no es preferencia, es conexión, de dos seres que se encontraron en su peor momento y lograron salir de el.

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Ser sensible, no es ser débil

Hace unos meses escribía sobre todo aquello que vamos dejando a quienes se cruzan en nuestro camino, en ocasiones son buenos recuerdos, otras veces sinsabor. Algo que me marcó hace un par de años en una pasajera relación fue cuando llego el caos, él me repitiera constantemente que yo era débil. Me llamaba débil por llorar ante ese caos que precisamente él había provocado, débil por la ansiedad que me generaba el sabotaje que hacía a mi vida, por ser capaz de querer en lo que decía era poco tiempo y sufrir el que no estuviera recibiendo más que mentiras de vuelta. Llega un momento cuando te repiten tanto algo que empiezas a tomarlo como tu verdad, y si no despiertas a tiempo, te puede llevar al fondo. Afortunadamente ese no fue mi caso, un buen día me dije, no, no soy débil, recordé momentos de mi vida que fueron de más impacto y sobreviví a ellos.

Lo que más recuerdo, es cuando me dijo que si seguía así siempre sufriría por el resto de mi vida. En retrospectiva, he llevado una vida como mencione en otra entrada: en la que he sufrido menos, pero con más intensidad. Esto lo puedo traducir a que he sentido con mayor intensidad, y sentir con intensidad, no es ser débil. Es como ese pensar de “los hombres no pueden llorar”. Cuando desperté y me dije: basta, no soy débil, encontré mi respuesta… Sí, soy muy sensible. La piel se me pone china con algunas canciones; puedo llorar de felicidad, de tristeza, cuando recibo la noticia de un conocido que murió aunque tuviera meses sin hablar con el o cuando muere la mascota en la película; me enojó si me mienten, si maltratan un niño o un animal; soy inmensamente feliz estando frente al mar, me desconecto frente a un atardecer y cuando te veo cantar con guitarra a mano… Por qué, porque estoy sintiendo intensamente cada uno de esos momentos.

Al final, que me repitiera tantas veces que era débil termino dándome la fuerza necesaria para decir adiós prontamente. Con una lección bien aprendida y una inseguridad menos. No somos débil por llorar, por decir que no estamos bien, por sentir ansiedad y buscar ayuda. No somos débil por sentirnos vulnerables ante una ruptura, por vivir un duelo. Claro esta, cuando se trata de sentir dolor, lo importante es no quedarse ahí y si sientes que no encuentras la salida, una ayuda nunca estará de más. Entendí que ser sensible, no es ser débil.

A la antigua

Fui criada a la antigua, posiblemente algo parecido a como mi madre fue criada, con algunas modificaciones y muchas restricciones, especialmente de adolescente. Soy la menor de cinco, la sorpresa no esperada después de once años. Tal vez allí nació el motivo, los errores de mis hermanos trataron de corregirlos en mi. Tenía que ser la versión mejorada de cuatro. Sé que hasta ahora lo he pintado muy mal, pero la verdad es que luego le veo sus bondades.

Por supuesto lo odie de adolescente, tenía todo, pero a la vez sentía faltantes. Aquello de, primero el estudio y luego el novio, y cada cosa en su momento, siempre prevaleció. Las fiestas no fueron muchas, pero muy disfrutadas. Cuando llegaron los 18 las restricciones se fueron levantando poco a poco, algunos momentos los viví con retraso y posiblemente, algunos nunca los experimente. Tal vez no tuve tantos tropiezos como los demás porque fueron retrasados y cuando los tuve más tarde, dolieron más. Eso sí, creo que todo ello me llevo a desarrollar mi buen juicio, en un principio por la presión de mis padres, el temor al regaño y las consecuencias. Luego se me dio natural. Los excesos dañinos nunca se me han dado. Aprendí que no se trata de cuantos momentos, si no de la calidad de esos momentos. Mientras los tan envidiados grupos de amigos de exceso de aquella época se disiparon, mis amigos de momentos aún seguimos en el mismo camino, disfrutando igual y mejor que antes.

Al final, he llevado buena vida hasta ahora. He sufrido menos, pero con más intensidad. Los errores, malas decisiones y arrepentimientos de pronto no han sido tantos. Con una disciplina que me ha llevado por el buen camino profesional. Desarrolle mi gusto por placeres más simples en mis momentos de soledad producto de las ausencias de aquel tiempo. A decir no, cuando no me apetece y a mantener el control cuando las cosas no salen como se esperan. Con los años y los pocos daños, a la antigua lo bueno le veo.

Abril 2020

Este mes no ha sido de gran diferencia al mes anterior, continúa la misma situación de confinamiento, donde todos los días parecen igual, donde se perdió el sentido del tiempo, aunque en algunos lugares ya se empieza a ver a lo lejos, la luz al final del túnel. Mientras tanto, seguimos extrañando ese contacto físico, los abrazos, las noches de amigos y esas reuniones que en muchas ocasiones sentimos tan pesadas.

Como muchos, me toco celebrar mi cumpleaños en medio de esta cuarentena, si algo me ha enseñado este tiempo, es que los planes quedan en la nada. Pero eso no quiere decir que el momento este arruinado, por lo contrario, creo que la situación hace que valoremos realmente la fecha, no hay espacio para los regalos materiales, grandes fiestas o reuniones, gana la improvisación, los detalles obtenidos de tu esfuerzo y creatividad. Por mi parte, recibí sorpresas muy inesperadas, fue un día de charla tendida con algunas personas quienes tenía tiempo que no lo hacía, estar en cuatro paredes ha hecho que salgamos de los mensajes vacíos.  

Por otro lado, personalmente, fue un mes en el que invertí al estudio, le di alas a empezar con algunas metas que tenía en pausa desde hace algún tiempo, aprovechando que el tiempo es ahora lo que nos sobra. Un mes de retos, crecimiento profesional y personal, de aceptar la nueva normalidad.

Por último, ¡Feliz día del trabajo! El mantenerse en una pausa momentánea, no resta la labor, hoy el trabajo y la responsabilidad es desde casa.   

 

 

Detalles

Llega un punto en que ves la vida con otra perspectiva, lo que hace algún tiempo te parecía importante, pasa a segundo plano. Entonces empiezas a disfrutar de los momentos, de las personas, los que están, los abrazos, las palabras, la atención y el estar. Aprecias que las lejanías se hagan cortas, la conexión con el otro, que te escuchen más que te oigan. Apuestas por las experiencias y por crear nuevos recuerdos. Empiezas a agradecer los pequeños detalles, al final son esos los que te hacen vivir, pero sobre todo, los que te hacen sentir.

Marzo

Definitivamente un mes para recordar, nos enseñó que por más seguros que nos lleguemos a sentir existen enemigos silenciosos que pueden cambiar todo en un segundo, nos mostró lo vulnerables que podemos ser y que, las distancias se pueden hacer cortas y las fronteras pueden desaparecer para compartir un mismo sentir. Hemos tenido que alejarnos de nuestras rutinas para crear nuevas, decir un hasta luego a seres queridos, algunos están pasando más tiempo con sus familias, más tiempo del que llegaron a compartir antes, mientras que otros están aprendiendo a  conocerse y compartir con su soledad.

A nivel personal, en un inicio fue un mes de crecimiento profesional, algo que me ha servido en este tiempo de confinamiento para mantenerme ocupada, creo que esto es lo más importante en estos momentos, en mi caso las pausas pueden despertar ansiedad, más ahora que me enviaron a casa, el mantenerme en mi puesto de trabajo había hecho que no me afectará tanto la situación actual, pero los riesgos que me rodean son mayores y pueden ser muy negativos. Pero siempre es importante hacer lo que se pueda, el lugar donde se esta es lo de menos.

El pasado intento abrir viejas heridas que pensé ya estaban cerradas, creo que solo tendré que aceptar y aprender a vivir con la cicatriz. Comprobé que es cierto aquello que dicen que, perdonar también es decir adiós. Eso sí, que bien se siente decir ese adiós y decirlo con paz, sin rencores tras el adiós, sin ese sentimiento de que algo esta incompleto y deseando lo mejor con sinceridad más que por compromiso.  

Empezamos un mes crucial, esperemos que al final hayamos visto la luz y estemos cerca de normalizar nuestras vidas, eso sí, dando todos esos abrazos pospuestos, teniendo todas esas conversaciones pendientes cara a cara y manteniendo presente las lecciones que nos deje esta crisis. Mientras tanto, queda buscar el mejor refugio para poder llevar estos días, en mi caso, charlas con quienes me acompañan, leer, escribir y la música.

¿Cuáles han sido tus refugios en estos días?

Tu iniciativa.
Las miradas a distancia.
Los silencios que hablan.
Tus abrazos.
Las llamadas de madrugada.
Que me sostengas de la mano.
Las sonrisas de complicidad.
El karaoke en el auto.
Los secretos que guardamos.
Que aparezcas de sorpresa.
El “te acompaño hasta que termines”.
Las copas de vino.
Los debates nocturnos.
Tu mirada que irrumpe mi concentración.
Tú…

Febrero 2020

A pesar que los días faltantes del mes son pocos, eso nos hace mentalizarnos que el transcurrir del mes pasa rápidamente, bueno, así lo siento yo. Incluso con esa rapidez, mi febrero estuvo cargado de mucha actividad, muchos sí, aceptación, sorpresas y encuentros.

Me dediqué mucho tiempo a mí misma, era algo que necesitaba, para procesar, apartar miedos y aceptar. Me decidí a retomar mis estudios, una nueva maestría, esta era una decisión que estaba tomada pero aplazada por situaciones que a veces nos absorben nuestra energía y nuestra paz. Me fui a descubrir algunos lugares, de la mejor forma, de aquella en la que descubres cada rincón, su gente, sin medidas de tiempo y sin itinerarios. En ese tiempo a mí misma, me aleje algunos días de redes sociales, tampoco pude publicar mucho por acá, pero eso sí, de todo lo vivido, vengo con nuevas ideas e historias que compartirles.  

Logré finalmente soltar, situaciones y sobre todo a ciertas personas, a otras me toco darles un alto, dándoles la verdad para que avanzaran y me dejaran avanzar, con ello saqué un par de piedras de mi maleta, ahora me siento más liviana, encontré la paz que perdí desde hace meses, eso también me llevo a sacar el coraje para lograr tomar decisiones, para decir sí, para abrir puertas a personas.

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Me gusta – Parte II

Compartir con mi familia. El mar. La sensación de arena bajos mis pies. La música. Los conciertos. Las fotos blanco y negro, la fotografía en general. Mi cámara. Reuniones con amigos. Escribir a pluma y papel. Escribir de madrugada. Contacto visual y sonrisas a distancia. Las sonrisas sin palabras. La sinceridad y la verdad. Manejar sola de noche. El acento de los españoles. El italiano. La luna. Escuchar historias de personas que no conozco. El silencio de la noche. La alegría de mis sobrinos. Las guitarras. Dormir escuchando música. Canciones de Frank Sinatra, Dean Martin y Andy Williams. Cuando un bebé sostiene mi mano. La luna llena. Abrazar. Abrazos inesperados. Abrazos apretados. Los besos robados. Pequeñas mordidas durante los besos. Los Museos. Los jardines amplios. Las casas blancas. El Bossa Nova y el Jazz. Las grandes ciudades. El teclado bajo mis dedos. Llaveros. Pintar las paredes de mi casa. Los aviones. Los vuelos nocturnos. Mi perro, su mirada. Mis gatos, su ronroneo cuando alguno duerme sobre mi y que me reciban como perros. Dusty blue de Charles Bradley. Mensajes de afecto inesperados. Los mensajes de madrugada. Las palmeras. La satisfacción de mis pacientes. Los perfumes. Los lapices labiales. Leer un libro, las librerías. El abrazo de un niño. Aroma a café. Leer un periódico. Leer blogs. Los poemas.

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