Llego a “esta ciudad” y desde entonces le llamaron CARRO. Ese solo nombre le dio a entender que el sentido de su vida sería recorrer y recorrer caminos hasta llegar a “otra ciudad” llamada PLENITUD. Y conscientemente aceptó su VOCACIÓN.
Durante su niñez, CARRO, embriagado por la alegría y el entusiasmo, soñó que su vida toda sería una AUTOPISTA por la cual podría avanzar tranquila y placenteramente, sin tropiezos ni frenazos, teniendo como compañía el esplendor de un día interminable, la belleza del paisaje encantador y la estimulante música arrancada caprichosamente a su modero pasacintas. Así, soñando, soñando, pensó seriamente que la vida era sólo una sonrisa…
Pero CARRO, a medida que vivía fue descubriendo que la existencia era una CONGESTIONADA CARRETERA por la cual igualmente transitaban carro de todos los modelos, tamaños y colores… a velocidades muy distintas. Entonces empezó a comprender que vivir es avanzar, luchar, correr, y no solo sonreír. Sí, avanzar a pesar de todo, para llegar a la otra ciudad en compañía de muchos otros carros. Ahí reafirmó su VOCACIÓN.
Un día, en vez de la música elegida y dopadora del pasacintas, encendió la radio y en todas las emisoras escuchó noticias relacionadas con el tránsito de la ciudad: choques frecuentes entre carros, que entorpecían el avanzar; carros asesinos; carros parqueados; carros salidos de la vía; carros estrellados, muertos, por exceso de velocidad; carros detenidos por haber irrespetado las normas de tránsito; carros sin placas, sin identidad; carros parados por falta de combustible; carros grandes que quitaban la vía o se la cerraban a los más pequeños; carros por la izquierda, por la derecha; carros por el centro…